El leopardo de las nieves by Peter Matthiessen

El leopardo de las nieves by Peter Matthiessen

autor:Peter Matthiessen [Matthiessen, Peter]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Viajes, Espiritualidad
editor: ePubLibre
publicado: 1978-01-01T05:00:00+00:00


Peter:

La ruta de ayer era evidente: siento mucho no haber estado allí. Hay que ir en línea recta hasta la cresta que mencionaste y en dos horas se llega al paso.

Traslada toda la impedimenta al campamento 2. Monta el campamento 3 en el paso. Se pueden hacer fácilmente dos viajes diarios.

Con tu fiel navaja corta varias varitas largas y delgadas de sauce y marca el camino cada cien o doscientos metros, en previsión de que lo cubra la nieve.

Paga 80 rupias a cada porteador.

GBS

Me dirijo a las rocas del río y utilizo el kukri de Dawa, con incrustaciones de bronce y plata, para cortar malhumoradamente algunas ramas de los sauces achaparrados. ¿Por qué quiere GS montar un «campamento 3» en un ventoso paso nevado a casi 5500 metros de altura, si de todas formas tenemos que seguir volviendo al «campamento 2» (imagino que se refiere al sitio de los campos nevados donde dejamos la impedimenta), un lugar mucho más a cubierto, que está a 300 metros por debajo? Por veinticinco dólares de sueldo de porteadores, protesto interiormente, podríamos haber dejado atrás ese paso, con su viento, su frío y su nieve acumulada. Es cierto que el tono perentorio de la nota no facilita las cosas, ni tampoco la sugerencia implícita de que si GS hubiera estado allí, los porteadores habrían seguido hasta Shey.

Luego recobro la calma; sin duda la nota de GS no tiene el sentido que le he dado. Lo que en el comportamiento de GS parece irritación es sólo brusquedad, como cuando arroja al interior de mi tienda, por un lado del faldón de la entrada, algo que quiere que vea; en una ocasión tiré inmediatamente fuera lo que me había echado, como indicación de que no me parecían del todo bien tales modales. Pero a medida que sé más cosas acerca de este hombre, veo que esos actos no son consecuencia de sus malos modos, sino del intenso respeto de una persona muy reservada por la intimidad de los demás; hasta donde a él se le alcanzaba, yo podía estar tomando notas, o meditando, y podía desagradarme cualquier tipo de interrupción. En un viaje tan duro como el nuestro, sin un respiro en la obligada convivencia, tener esa consideración (que también se extiende a los sherpas) es mucho más valioso que los simples «buenos modales», que a veces ocultan un espíritu mezquino y que a menudo desaparecen si las cosas se ponen difíciles.

Cuando estábamos en el llano, GS era una persona muy cumplida que no lograba comunicar plenamente sus sentimientos; en la libertad de las montañas nevadas está mostrándose tal como es en realidad. En dos ocasiones ha conseguido decir lo contento que está de que yo lo acompañe en esta expedición, y hace unos días en Ring-mo me dejó boquiabierto al hablar del deseo de coger un niño en brazos (deseo que no llegó a hacerse realidad porque al niño le colgaban los mocos y estaba muy sucio). De manera que, a pesar de todas sus púas, termina por trascender una actitud afectuosa.



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